por Jose Luis Manchón
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Todos los días lo escuchamos. “Crecer para crear
empleo” es una afirmación que suena a rezo y es repetido como un mantra por
casi la totalidad de los sindicatos, un amplio espectro de la izquierda y la derecha europea en pleno. Coinciden en su
fe y depositan sus esperanzas en un método de salida a la actual crisis que no
es más que la versión neoliberal del milagro del pan y los peces donde al
final, a la depresión actual le sucederá necesariamente un periodo de
recuperación en el que asistiremos a la alegre vuelta de las economías
nacionales a la senda salvadora del crecimiento y como consecuencia directa, a
la creación automática y masiva de
puestos de trabajo. Esta argumentación muestra una lógica aplastante en las
distancias cortas, pero en estos momentos es una farsa. Es necesario realizar
un análisis más en profundidad y con algo de perspectiva para dar cuenta de su
imposibilidad en el contexto histórico actual. Su alta carga ideológica pasa desapercibida,
pero es el eslogan de una lógica económica muy concreta, que está
instrumentalizando los tiempos de crisis para acelerar en el cumplimiento del
guión neoliberal hacia un totalitarismo económico global. Mientras tanto, el
miope debate político entre conservadores y socialdemócratas se centra
exclusivamente en que tipo de medidas son las adecuadas para reproducir, lo
antes posible, las condiciones objetivas para que el milagro se produzca.
Lejos de responder a cualquier estímulo, la realidad
económica y social se dibuja como un callejón sin salida. El cerco a la actual
crisis, que no tiene un carácter cíclico y que podríamos categorizar como
sistémica y civilizatoria, está anclado en cuatro puntos para los que el
Capitalismo no tiene respuestas aceptables desde presupuestos de equidad,
cohesión y paz social; tampoco para la propia viabilidad del sistema. Deuda,
Técnica, Explotación y Finitud aparecen como puntos tensionales al propio
Capitalismo derivados de su hipertrofia y despliegue sin límite. Las
implicaciones que tienen estos términos en la asfixiante situación actual son
determinantes.
Lo más difícil, lo menos explicado y a la vez, lo más
importante que tenemos que entender para saber en que punto nos encontramos es
que el aparentemente sólido esplendor económico de las últimas décadas estuvo
sustentado absolutamente en la Deuda. Parece que “Deuda y Crecimiento” son dos
conceptos contradictorios pero si reemplazamos Deuda por Crédito y reformulamos como “Crédito y Crecimiento”,
empezamos a entenderlo todo. Deuda y
Crédito son las dos caras de la misma moneda. La concesión de créditos
masivos y a todos los niveles ha sido la forma de sustentar la ficción de la
espectacular expansión de las economías desarrolladas. Era una ficción en la
medida que la aceleración de la actividad económica tenía casi únicamente que
ver con la capacidad financiera para trasladar a través del crédito la
expectativa de riqueza futura al presente. El formidable desarrollo del tejido
productivo no tuvo relación con el aumento objetivo de las necesidades de la
población, sino con una presencia exagerada de liquidez que provenía del
crédito y que necesitaba cristalizarse en todo tipo de bienes como otra forma
especulativa más de la economía financiera para crear depósitos de valor.
Nuestras sociedades de consumo se dedicaron a dilapidar en un muy corto periodo
de tiempo la riqueza que correspondía al futuro y lo arrasamos. Esta es la
razón por la cual vivimos el momento presente como ausencia de porvenir. En
este sentido, el crack financiero de 2008 podríamos considerarlo como el fin
del mundo conocido para las opulentas sociedades occidentales. Fue el año donde
la circulación financiera quedó estrangulada y despertamos sobresaltados del
sueño de amplia prosperidad en el que estábamos sumidos. Este crack fue un
punto de inflexión donde la actividad de los actores financieros
internacionales pasó casi instantáneamente de la concentración de sus energías
en el despliegue ilimitado del crédito a orientar todos los esfuerzos en
el repliegue y el retorno de la deuda.
La economía global se mostró en si misma como una formidable estafa piramidal
con forma de burbuja y reventó.
Esta contextualización histórica es imprescindible
para entender que en la afirmación “Crecer para crear Empleo” se obvia el
formidable peso que tiene actualmente la economía financiera. Aunque
aparentemente aparezca como una secuencia lógica, simple y cerrada, está
ausente un elemento esencial y su
enunciado está incompleto. Este componente ausente del que ya hemos hablado se
llama Crédito o lo que es lo mismo, “Deuda para Crecer y crear Empleo”.
Asistimos horrorizados a la conclusión; la propuesta para salir de la crisis se
plantea en los mismos términos que nos despeñaron en ella. En un momento donde
la deuda asumida por algunas economías nacionales aparece como impagable, lo
que se pide es restaurar los niveles de crédito anteriores a la crisis. Para
ello, el sector financiero en su conjunto tendría que suicidarse. Los gobiernos
han apostado por salvar momentáneamente los muebles iniciando una huida hacia
adelante que ha convertido al Estado en el principal avalista de los excesos
financieros al abrir un cauce ingente y continuo de flujo desde las rentas del
trabajo a las rentas de capital a través de los rescates bancarios y la emisión
de deuda soberana. La cobardía política o la ignorancia de nuestros
representantes es máxima. No trasladan con toda su tragicidad lo que es un
secreto a voces; que una “Economía real”, enunciada como aquel ámbito social donde
se administran los recursos que son escasos, con objeto de producir bienes y
servicios, y distribuirlos para su consumo entre los miembros de una
sociedad, no sería suficiente como para
sostener la forma de vida y el gigantesco castillo de naipes en que se ha
convertido la civilización occidental, apoyada absolutamente en el exceso
proporcionado por la ficción de la “Economía financiera”. El problema se
muestra como no resoluble y es la consecuencia llevada al extremo del fenómeno
de Financiarización de la economía, como proceso de dominación a escala
internacional del mercado de flujos financieros sobre el mercado de
intercambios de productos reales.
Una vez desvelado que la Deuda es la base que se
propone para poner en funcionamiento la recuperación económica, la siguiente
problemática a analizar se encuentra en la relación aparentemente directa de
causa-efecto entre Crecimiento y Empleo. Esta relación está cada vez más
mediada por la Técnica. El alto nivel tecnológico alcanzado exilia masivamente
al factor humano del trabajo. Como sociedad somos capaces de producir mucho con
un empleo de mano de obra muy limitado. La tecnología, al reemplazar el papel
del obrero tanto cualificado como de un nivel inferior, produce un efecto que
tiene que ver con la cantidad y la cualidad del factor trabajo requerido.
Conocimientos muy complejos han sido sistematizados en las máquinas que son
utilizadas en muchos sectores productivos y ya no son necesarias, en el centro
de trabajo, personas expertas ni un elevado número de trabajadores. La mano de obra empleada además de reducirse
en número es más fácilmente reemplazable. Como consecuencia, la tasa de crecimiento
necesaria para absorber grandes cantidades de desempleados, aumenta y el
trabajo se precariza. Es muy posible que cuando en el futuro la economía haya
tocado fondo, podamos ir a tímidos repuntes de crecimiento donde no haya
creación de empleo e incluso se sigan destruyendo puestos de trabajo. El exceso
de riqueza derivado de la aplicación del progreso tecnológico a los procesos de
producción se convierte en mayor acumulación para el Capital. Vivimos en la
peor pesadilla de aquellos que confiaron en la Técnica como la clave para la
emancipación del trabajo y la consecución de un reparto equitativo de la
riqueza.
El aumento de la Explotación laboral también
distorsiona la relación entre Crecimiento y Empleo. Es legitimada por la
delicada situación actual, se invoca a
través de la cultura del esfuerzo y se vive por el trabajador con la
resignación que proporciona el miedo a la perdida del puesto de trabajo. El
emprendedor ha pasado de encarnar la figura del oportunista con posibles a
desempeñar el papel de salvador. La capacidad de presión del empresario sobre
los trabajadores ante el desolador escenario del paro, los cambios legislativos
en contra de los derechos laborales y la amenaza de la deslocalización en el
mercado único mundial, no deja resquicios de esperanza para un horizonte más
razonable. La precarización del trabajador asalariado es la consecuencia lógica
de un escenario terrorífico donde más allá de los muros del centro de trabajo
está aguardando la miseria y desde arriba se le exige arrimar el hombro.
Asistimos a la polarización entre la sobreexplotación para los obreros activos
y la indigencia social y material para
los que caen en la inactividad dentro de
un sistema que sobreproduce. En todo caso, la sobreexplotación laboral y la
precariedad conducen a más paro e incide a la baja en el nivel de consumo. La
incapacidad del sistema Capitalista para racionalizar su desmesura acaba
convirtiéndose en su propia ruina.
Para acabar de desmontar la falacia, la Finitud nos
recuerda que el crecimiento en si mismo es irrealizable sostenidamente ya que
por pura contradicción lógica, no se puede dar el aumento continuo e indefinido
en el tiempo, de la producción y consumo de bienes y servicios. El sistema
Capitalista tiene que olvidar constantemente que es imposible crecer
ilimitadamente en base a recursos que no lo son para poder afirmar su ideal de
crecimiento ilimitado. A cada periodo de crecimiento le acompaña un escenario
de sobreproducción que es la antesala de cada crisis. La imposibilidad del
planeta de regenerar los recursos y asumir los residuos a la misma velocidad
que son consumidos y desechados por la bestial maquinaria de expolio y
explotación que acompaña a la depredación Capitalista, nos acerca cada día un poco más al abismo del
colapso ecológico. El Capitalismo no conoce la palabra suficiente y tiene que
ningunear las verdades del ecologismo respecto a la finitud de los recursos
para poder seguir obviando los límites naturales no sobrepasables de los que
dependen nuestras sociedades y la vida en el planeta.
Es muy probable que esta crisis no tenga solución sin
cambiar radicalmente de modelo económico y civilizatorio, pero por ahora, las
reformas aplicadas van en la dirección contraria. En Europa, la búsqueda desesperada
del crecimiento económico está siendo utilizada como excusa para inducir
“Estados de Excepción” en sus democracias representativas a través de
tecnócratas introducidos en el poder que representan los intereses de las
plutocracias económicas. Se defiende este escandaloso cambio en la forma de
hecho del Estado como una consecuencia necesaria y derivada de la aparente
gravedad de la situación actual que es calificada como emergencia nacional. Las
reformas legislativas promovidas por vía de urgencia a base de Decretos y
destinadas principalmente a eliminar las estructuras materiales del bienestar,
son acompañadas por el reforzamiento de medidas de tipo coercitivo que limitan
sensiblemente las libertades individuales y colectivas con el objetivo de doblegar
cualquier resistencia y crear un clima proclive a la resignación. Es fácil
detectar que intereses están orquestando
las reformas. Basta con observar que las medidas de recorte, aunque se traslade
a la opinión pública que buscan el interés general y que están destinadas
únicamente a conseguir las condiciones necesarias para se restablezcan los
niveles anteriores de ocupación y empleo, siguen sin recaer en los actores
responsables de la crisis. Negando la evidencia, la inmensa mayoría de la
población se ha tragado la impostura, ya que la precarización o la inminente
amenaza de pobreza predispone al optimismo incondicional ante cualquier
consigna luminosa que les permita creer y renovar sus esperanzas de solución
individual. Están atrapados en la visión reducida de la realidad que proyectan
las reglas del juego Capitalista y que es confirmada repetidamente hasta la
extenuación, por las aseveraciones de
los más prestigiosos políticos y gurús económicos con las que nos bombardean
desde todos los medios de comunicación. La estafa global que representa la
actual coyuntura se sigue nutriendo de la pasividad e ignorancia política que
nos llevó hasta ella. Es momento de desvelar que esta crisis la están
gestionando los mismos intereses minoritarios que la provocaron y que por lo
tanto, no va a tener una solución aceptable para la inmensa mayoría. Mientras
más se evidencia la magnitud de la estafa, más se difumina la posibilidad de
solución convencional. Es urgente encajar que los tiempos de ficticio esplendor
no van a volver y que mientras antes tiremos del freno de mano, más
probabilidades tendremos de evitar el choque frontal contra el sólido muro que
espera al final de la última curva a este tren, en su huida hacia delante para
intentar escapar aceleradamente de su propia sombra.
La orgía consumista se va apagando poco a poco y por
zonas en el mundo Capitalista, por su imposibilidad en si misma de permanecer
en el tiempo. Ni los planes de estímulo de los gobiernos trabajando en la línea
de expansión del gasto público, ni los planes de austeridad trabajando en el
plano contrario de reducción del déficit consiguen reanimar al enfermo
infartado y evidencia inequívocamente que un paradigma social y económico
agoniza en su gigantismo. La gestión del auto-desmontaje de toda una
civilización construida sobre el exceso y la explotación, es la herencia para
las generaciones que tendrán que lidiar en el inicio del tránsito siempre
traumático hacia otra forma de ser y estar en el mundo. Las resistencias a los
cambios van a ser formidables y los grandes beneficiados del actual statu quo
ya se han enrocado en sus posiciones e intentan amarrar por todos los medios
posibles las líneas de fuga, pero previsiblemente las contradicciones internas
enunciadas y que se están desarrollando paralelas a este inmovilismo,
reventarán como un tsunami cualquier muro de contención.
La fractura ya ha sido registrada y anuncia un nuevo
comienzo.
Fonte: El
Faro Crítico
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