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quinta-feira, 24 de maio de 2012

Aniversario 50 do assassinato do camarada Rubén Jaramillo


Pável Blanco Cabrera

“Está llorando la tierra, herida por un cuchillo,
lo que le duele en el vientre, la muerte de Jaramillo.”

No dia 23 de Maio se cumpre 50 anos do assassinato, em Xochicalco (República do México), de Rubén Jaramillo, de sua esposa grávida, Epifania Zúñiga, e de três de seus filhoss. Foi um crime de Estado, ordenado por Adolfo López Mateos e instrumentado pelo Exército, que sequestrou à família em sua casa, em Tlaquiltenango, Morelos, e depois os massacrou.

Jaramillo se alistó en el Ejército Libertador del Sur, y luchó en la Revolución Mexicana bajo la conducción de Emiliano Zapata. Cuando Zapata fue asesinado el 10 de Abril de 1919 y la fracción burguesa se impuso sobre las capas populares del proceso revolucionario; Jaramillo fue de los que no entregaron las armas: decidieron guardarlas por si era necesario usarlas nuevamente en defensa de los campesinos pobres, de los peones, de los jornaleros. Nunca abandonó la lucha por la tierra, por el reparto agrario, y llegado el momento, un levantamiento guerrillero bajo su conducción abarcó varios municipios en el Sur de Morelos en respuesta al neolatifundismo, al neoporfirismo promovido desde Palacio Nacional.
Jaramillo se identificó naturalmente con la nueva ola revolucionaria en el Continente, su simpatía con la triunfante rebeldía del Movimiento 26 de Julio en Cuba fue inmediata, y por supuesto participó en la solidaridad.
Un hombre sencillo y convencido de que eran necesarios muchos cambios, tenía que integrarse al torrente histórico de la época inaugurada por la Gran Revolución Socialista de Octubre. En su momento en una carta al General Amezcua, Emiliano Zapata había escrito:
“Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humanidad y la justicia, si todos los pueblos de América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México revolucionario y la causa de Rusia son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos…”.
Jaramillo, consecuente con esa visión zapatista, buscó entonces luchar por el socialismo integrándose en el Partido Comunista Mexicano.
Cuando fue asesinado militaba en las filas del PCM. Esto se quiere negar, presentándolo como un sin partido, un hombre de los movimientos, pero la verdad histórica es que él murió como un hombre del Partido Comunista, un militante. Y ésta es una lección importante: son los caminos de la lucha, las dificultades en el conflicto de clase las que llevan a confluir los arroyos en un río más poderoso que agrupa el esfuerzo individual por la justicia en la gran fuerza colectiva, en la que nos diluimos sin dejar de reconocernos, que brega infatigablemente por la emancipación y que va más allá de nuestra propia vida.
Jaramillo, un comunista, un revolucionario, un ejemplo para los militantes del PCM y de la Liga de la Juventud Comunista.
Rubén Jaramillo fue reclutado para las filas del Partido Comunista por un proletario, un obrero del ingenio Emiliano Zapata de Zacatepec, y que después sería el Secretario General del PCM en Puebla: Mónico Rodríguez, otro comunista ejemplar.
Del color de la clase obrera, del color del pueblo, parafraseando a Ernesto Guevara, queremos que se pinte nuestra organización, y ello será sobre la base de garantizar su composición clasista, porque sólo los que no tienen nada que perder más que sus cadenas, van hasta el fin, hasta el triunfo de la Revolución socialista.

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