The New York Times e El País
confirmam denuncia de Fidel sobre Obama: É tribunal e verdugo
Semanas atrás Fidel se perguntavapelo direito de Obama a ser tribunal e verdugo, algo que se confirma por estas
informações difundidas por órgãos oficiais do capitalismo global como The New
York Times e El País.
La guerra de los drones
Javier Valenzuela
Posted on 3 junio, 2012
Barack Obama dirige
personalmente la última de las guerras norteamericanas, una que no ha sido
declarada y se libra en los territorios de Yemen, Somalia y Pakistán. No
combaten en ella soldados estadounidenses de carne y hueso, su lugar lo ocupan
unos pájaros metálicos con licencia para matar llamados drones. Son los
Predator y Reaper, fabricados por General Atomics en California, y van armados
con misiles Hellfire, producidos por Lockheed Martin en Alabama.
Los ataques norteamericanos con
aviones no tripulados por un ser humano se han multiplicado en los meses de
abril y mayo, confirmando el entusiasmo creciente de Obama por esta forma de
combate, la primera verdaderamente propia del siglo XXI. Es un combate sin
cuartel, en el que bando más poderoso no arriesga a su gente, remplazada por
letales robots teledirigidos.
Objetivo de esos ataques son
supuestos dirigentes y militantes de Al Qaeda y grupos yihadistas asociados. Se
trata de exterminarlos físicamente antes de que actúen, así que la guerra de
los drones de Obama combina el carácter “preventivo” de las aventuras bélicas
de George W. Bush con el derecho que siempre se ha otorgado Israel a efectuar
ejecuciones extrajudiciales en cualquier parte del mundo.
Esta semana, Jo Becker y Scott
Shane han publicado en The New York Times una extraordinaria información que
detalla cómo Obama autoriza en persona quiénes serán los blancos de las
acciones de los drones en Yemen, Somalia y Pakistán. Eso ocurre en unas
reuniones del equipo antiterrorista de la Casa Blanca que se celebran
semanalmente en la sala de crisis (Situation Room). En ellas se le presenta al
presidente la lista de los condenados a muerte (Kill List) que han sido
localizados, y éste, tras estudiarla caso por caso, da o no su luz verde.
Obama ha encontrado en los
drones el instrumento que le permite mostrarse duro y eficaz en la guerra
contra Al Qaeda que declaró Bush tras el 11-S, a la par que evita muchos de los
avisperos en los que se metió su predecesor, como relata Daniel Klaidman en su
reciente libro Kill or Capture: The War on Terror and the Soul of the ObamaPresidency. Obama, recuérdese, se opuso a la invasión de Irak y a los
secuestros, torturas y campos de concentración como Guantánamo que
caracterizaron la época de Bush. Con los Predator y Reaper sustituye esto
último por ejecuciones. “Los drones”, escriben Becker y Shame, “han remplazado
a Guantánamo”.
No se toman prisioneros, no se
arriesgan vidas norteamericanas y, el hecho de actuar con mando a distancia,
anestesia la posible mala conciencia: ideal para Obama. En sus primeros tres
años en la Casa Blanca, habría aprobado personalmente 268 ataques con drones,
cinco veces más que en los ocho años de Bush, según informa Christopher Griffin
en un reportaje publicado por Rolling Stone: The Rise of de Killer Drones: HowAmerica goes to War in Secret (El ascenso de los drones asesinos: cómo Estados
Unidos hace la guerra en secreto).
Miles de personas habrían
muerto en esos ataques, incluidos no pocos civiles. La guerra secreta de Obama,
escribe Griffin, “supone la mayor ofensiva aérea no tripulada por seres humanos
jamás realizada en la historia militar: nunca tan pocos habían matado a tantos
por control remoto”.
Los drones son populares en
Estados Unidos, del mismo modo que lo es la política antiterrorista de Obama,
que, entre cosas, consiguió matar a Bin Laden en 2011, aunque fuera en una
acción de comandos clásica. No obstante, minoritarios sectores defensores de la
legalidad democrática y los derechos humanos le ponen reparos. La mano derecha
en esta materia de Obama, John Brennan, un veterano de la CIA, ha sido llamado
el Zar de los Asesinos.
Para comenzar, estas
ejecuciones son preventivas –antes de que se haya cometido el delito- y
sumarias -sin el menor rastro de intervención judicial-. Y ya han incluido, el
pasado 30 de septiembre, en Yemen, a un ciudadano norteamericano, Anwar Al
Awlaki, un predicador yihadista supuestamente vinculado a Al Qaeda.
“Este programa descansa en la
legitimidad personal del presidente”, informan Becker y Shame tras consultar a
expertos de dentro y fuera del Gobierno norteamericano. O sea, las ejecuciones
a distancia son legales porque el presidente así lo decide.
Y luego está la cuestión de las
eufemísticamente llamadas “bajas colaterales”. Algunos ataques con drones han
causado decenas de muertes de civiles, incluidos mujeres y niños, como el que
abatió en Yemen en diciembre de 2009 a Saleh Mohammed al-Anbouri. Las víctimastuvieron que ser enterradas en fosas comunes porque sus cuerpos habían quedadodespiezados e irreconocibles.
En salom.com, Jefferson Morley
ha publicado un reportaje, El rostro de los daños colaterales, donde cuenta la
historia de Fatima, una niña muerta en la noche del 21 de mayo de 2010 cuando
una oleada de misiles Hellfire trituró un grupo de casas en una aldea montañosa
del Waziristán septentrional, en la frontera entre Afganistán y Pakistán. La
operación, dirigida y ejecutada por la CIA como todas las de este tipo, buscaba
abatir a un egipcio llamado Yazid o Said al Masri, presunto dirigente de Al
Qaeda. Pero Fátima no tenía nada que ver con él, solo era un habitante de la
aldea.
Las autoridades de Pakistán y
Yemen, aliadas en teoría de Estados Unidos frente a Al Qaeda, han protestado
tanto por la violación flagrante de sus soberanías como por la muerte de mucha
gente que no tenía nada que ver con este asunto. Sienten, además, que esta
guerra secreta les desestabiliza y da argumentos a los yihadistas. Sólo en
Pakistán, según informa Seumas Milne en The Guardian, los drones habrían matadoa unas 3.000 personas, de las cuales un tercio eran claramente civiles.
En 2011, la Fuerza Aérea de
Estados Unidos entrenó a más guías de drones (los tipos que los dirigen desde
una base, armados con un joystick y sentados frente a una pantalla de
ordenador) que a verdaderos pilotos de cazas y bombarderos.
La apuesta por la guerra
tecnológica fue adoptada por el Pentágono tras el desastre de Vietnam. En el
futuro, las guerras imperiales de Estados Unidos se irían librando cada vez más
con menor riesgo para sus soldados. El modelo a seguir lo aportó Hollywood con
Star Wars. Científicos y fabricantes de armas debían poner en pie un ejército
de robots que sustituyera a la tradicional carne de cañón.
Diseñados originalmente para el
espionaje, la vigilancia y el reconocimiento, los drones comenzaron a ser
usados masivamente por Estados Unidos para identificar y matar objetivos
humanos tras el 11-S (las guerras yugoslavas les habían servido de prueba). Los
Predator y sus sucesores, los aún más mortíferos Reaper, fueron ganando
protagonismo en las guerras de Afganistán e Irak y en las operaciones contra Al
Qaeda en Yemen ySomalia. A partir de 2008 comenzaron a actuar también en Pakistán.
Los drones vienen a costar unos
13 millones de dólares por unidad y, según Becker y Shane, “se han convertido
en un símbolo provocativo del poder de Estados Unidos”. El Pentágono cuenta con
unos 19.000 para tareas de espionaje o de combate, pero la CIA también dispone
de su propia flota. De hecho, es este servicio de espionaje, cada vez más
convertido en una organización paramilitar, el que conduce la actual guerra
secreta de Obama.
Fonte: El País.
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