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Então, é o oficial que viola uma menina humilde camponesa e
depois a decapita para não contar e também passar para os irmãos testemunhas. Para
o Estado e para a grande imprensa o militar não é ruim, ruim é Pablo Escobar,
morto há vinte anos, porque não há outro mal que não seja Pablo Escobar, porque
o açougueiro que picava corpos humanos com um facão ou motosserra, não eram
poderes paraestatais, mil vezes estatais, mas o mestre do mal, há vinte anos
morto, não importando que os crimes continuem acontecendo aos milhares, de
forma constante e rápida. Apesar de terem nos dito que, morto Escobar, se alcançaria
a paz.
Luz Marina López Espinosa
La república de Colombia ha sido sacudida en los
últimos días por un crimen atroz de características particularmente abominables
contra una joven madre que luchaba honradamente por superarse y ganarse la
vida.
Además de la feria y la felicidad de los noticieros de
radio y televisión que ante todo y por sobre todo encontraron una buena
telenovela, porno novela, morbo novela que les da sintonía y aumenta la ya
cautiva con su impúdica explotación del crimen, la miseria y todo lo malo que
pareciera subyacer en el alma colombiana. Además de todo eso repito, los medios
aprovecharon –fieles guardianes del establecimiento que son-, para enfilar la
indignada conciencia nacional hacia un solo y único objetivo: el criminal.
Y claro, abundaron las palabras y los epítetos, todos
justos, es justo decirlo. El más común, Monstruo. Sí. Quien profanó y torturó
las carnes de la noble y buena Rosa Elvira Cely, no podía ser menos. Sólo que….
Sólo que la exagerada difusión mediática y el unánime
y unidimensional señalamiento del asesino como El Monstruo, esconden una
intencionalidad menos piadosa que la solidaridad con la víctima y la de
interpretar el dolor y el repudio nacional por el crimen. Hay en ello la
manipulación de la sociedad para que como en una especie de catarsis, desfogue
sus iras y frustraciones frente a un estado de cosas infames, en el desgraciado
ser que loco o no, cometió el crimen.
Entonces, una sociedad enferma mil veces enferma de
todos los males morales sociales y políticos. Una sociedad -un Estado hay que
decirlo desde ya-, que permite, posibilita o es indolente frente al asesinato
por centenares de sus niños. A que sus niñas se prostituyan desde la infancia.
A que sus adolescentes por cientos y con impunidad garantizada ejerzan como
asesinos a sueldo y cuyas autoridades depositarias exclusivas del uso legítimo
de la fuerza cometan en todos los ámbitos, en todas las épocas y en todas las
circunstancias los más abominables delitos de lesa humanidad. Una sociedad así,
un Estado tal hay que decirlo desde ya, requieren que uno de sus aparatos
ideológicos de dominación, los medios de comunicación, dirijan las fuerzas del
repudio, de la indignación y la ira colectiva por las injurias de la maldad,
hacia una persona, cualquiera.
Cualquiera que no sea esa sociedad ni ese Estado.
Entonces, no es el oficial que viola una humilde niña campesina y luego la
degüella bien degollada para que no cuente y de paso también a sus hermanitos
por ser testigos. Este militar no es el malo, sino que el malo es Pablo Escobar
veinte años después de muerto, porque aquí no hay otro mal que él, porque las
grandes carnicerías donde se picaba a machete o se cortaban cuerpos con
motosierra, no eran poderes paraestatales mil veces estatales, sino que era el
Patrón del Mal, no importa que lleve veinte años muerto y que los crímenes se
sigan sucediendo por miles, sin pausa y con prisa. A pesar de que nos dijeron,
muerto Escobar, alcanzada la paz.
Y todos hablan del Monstruo, el verdugo de Rosa Elvira
y cosa singular. Monstruosidades de esas muchas, muchísimas, casi todos los
días nos atrevemos a decir. Y, sin embargo, cosa curiosa, que forma selectiva
de juzgar al victimario, de desaparecer la notica, de camuflarla entre
canutillos y pasarelas y según quien sea el homicida y/o violador, pasa a ser
apenas un presunto responsable, escasamente un supuesto autor, y el crimen ya
no es tal ni muchísimo menos, sino un inicuo “confusos hechos que sin materia
de investigación” donde un NN perdió la vida.
Qué bueno sería que esas miradas, esas cámaras y esas
voces tan incisivamente acusadoras y señaladoras del Monstruo, miraran al
vientre que lo incubó. No solamente esa madre y ese padre quizás maltratadores
que le marcaron el alma con la impronta del asesino, sino ese otro, ese regazo
que lo meció al son de los clamores y el llanto de las víctimas de la
injusticia, la persecución y la miseria auspiciadas por un régimen que no puede
después censurar ningún delito, porque todos los ha cometido.
Fonte: Rebelión ha publicado este artículo con el
permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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