Título original: Miami:
Escándalo exhibe todo lo asqueroso detrás de la falsa democracia USA
Publicado el 6/03/13
JEAN-GUY ALLARD –
Mientras EEUU sigue
cuestionando el sistema electoral venezolano que el ex presidente
estadounidense Jimmy Carter califica de “mejor del mundo”, el escándalo
ocurrido en Miami pone al descubierto lo asqueroso detrás de la “democracia”
norteamericana, supuesto “modelo” para todos los pueblos del mundo.
Hace unos días, Joe García – un
miembro más de la fauna mafiosa de Miami – dijo que “le pidió” a su brazo
derecho, Jeffrey García – sin lazo familiar – que renunciará, después de
atribuirse toda la responsabilidad del plan de fraude para enviar cientos de solicitudes falsas de
boletas de voto en ausencia.
La verdad es otra:
investigadores policiales hacían ya redadas en las casas de un miembro de su
“staff” y un ex asistente de campaña: Giancarlo Sopo, de 30 años, el director
de comunicaciones de Joe García, y John Estes, de 26, su “manager” de campaña
en el 2012.
Joe García se precipitó
entonces al balcón para decir, como si ignoraba todo del complot que lo
benefició, que era “totalmente sorprendido y decepcionado ante esto” y que “no
estaba al tanto del plan”.
“Esto es algo que me golpeó
como salido de la nada. Hasta hoy, no tenía ni la menor idea de que esto estaba
pasando”, dijo el político al Miami Herald con aparente emoción. Lo que
Hollywood se perdió.
El incidente es solo uno de la
larga serie de irregularidades señaladas en esta misma ciudad de Miami, “perla”
del extraño universo de la llamada democracia norteamericana que tanto se alaba
en el mundo por el mismo mecanismo mediático que traslada las elucubraciones
del Departamento de Estado.
Se vende: boletas de ausentes a 50 dólares
La Florida concibió el uso
sistemático de las llamadas boletas de ausentes para desviar los resultados
electorales. Inventadas –supuestamente – a favor de las personas que no podían
acudir a las urnas el día de las elecciones, las boletas vendidas a 50 dólares
cada una representan más de 30% del voto y se han convertido en pieza clave de
la democracia representativa al estilo Rockefeller.
En las zonas más abandonadas de la Pequeña
Habana, los organizadores de elecciones van hasta recoger cientos de ancianos
en sus asilos en autobuses escolares para asegurarse, en cambio de un
“dinerito”, un pan con queso y un refresco de su voto a favor de los candidatos
designados de la mafia.
Todo esto es poco al lado de la
larga lista de quejas, denuncias que son expresadas inútilmente a través de
todo al país en los días que siguen las elecciones. Normal: la nación
supuestamente más desarrollada del mundo carece de sistema electoral
centralizado que uniformiza y rige de manera abierta el proceso.
Las críticas de Washington
hacia el sistema electoral venezolano dan risa cuando se considera que en
Estados Unidos cada estado o municipio determina el método de votación: papel
con lápiz, cartón con bolígrafo, tarjeta perforada, aunque cada vez más se
favorece el voto computarizado, manejado por empresas dominadas por intereses
republicanos.
En cada elección, miles de
votantes, aunque formalmente inscritos, son luego excluidos de las listas
electorales, mediante una serie de trucos como el “caging” que permite eliminar
a un elector si no contesta a una solicitud hecha – a propósito – por correo a
su dirección.
Más de cuatro millones de
norteamericanos no pueden votar por estar presos, bajo libertad vigilada o,
simplemente, por tener un antecedente penal de un delito mayor. Algunos estados
prohíben votar de por vida a los ex penitenciarios.
Mientras en estados como la
Florida, más del 30% de los hombres negros no pueden votar por tener
antecedentes penales… sin embargo, el Washington Post calculó en más de seis
millones, en todo el país, la cantidad de personas contabilizadas más de una
vez.
El escándalo que le toca ahora
a Joe García no sorprende a nadie: el fraude generalizado es parte del concepto
de “democracia” introducido por las maquinarias electorales de los herederos
cubanoamericanos del régimen de Fulgencio Batista.
En el distrito de Ileana
Ros-Lehtinen, enemiga número uno en el Congreso de la América Latina
progresista, los investigadores del FBI descubrieron recientemente que se había
generalizado el fenómeno de venta de
boletos gracias al cual un político
puede comprar “cash” su “popularidad”.
Fonte: Contra Injerencia
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