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sexta-feira, 6 de dezembro de 2013

Cinismo, nihilismo, capitalismo

Jorge Álvarez Yágüez
05-12-2013


La tesis que sostendremos aquí es que la actitud cínica que hoy encontramos por doquier, muy particularmente entre los agentes más activos del capital financiero y sus múltiples defensores, pero también enormemente difundida entre la población al extremo de tornarse en una actitud simplemente normal que no solo no escandaliza a otros sino que resulta esperable cuando no estimada como inteligente o profesional, tal actitud se encuentra hondamente promovida por la estructura nihilista del sistema de producción capitalista. Podría decirse que el cinismo no es solo una actitud subjetiva sino que está objetivamente encarnada en las condiciones definitorias del modo de producción, particularmente en la fase actual de su desarrollo. Al hilo del despliegue de esta tesis observaremos otras que afectan a algunas categorías centrales como es la de ideología, la de alienación o la concepción de la relación entre la ciencia social y su objeto.

Empecemos por aclarar el sentido en que empleamos los términos en inicio, añadiremos otros matices y consideraciones a menudo que avancemos en la exposición. ¿A qué llamamos exactamente cinismo? La acepción común es la que corresponde a su manifestación más corriente, esto es, mera desvergüenza o impudicia, por ejemplo en el reconocimiento del interés particular o egoísmo de una situación: “mira” –le dice cínicamente un adulto de muchas luces  a un joven– “mejor que tu mujer sea menos inteligente que tú, es un buen consejo”. Este sujeto sabe que no es muy moral lo que recomienda, pero cree que es ventajoso. En otras ocasiones ese descaro adquiere otros matices, por ejemplo: Justificar la instalación de plantas eólicas en parques naturales, con un “pero ¿no queríais energías alternativas?”. Esto es, utilizar una razón compartida, pero de la que descree quien la utiliza, y la usa con cierta ironía que muestra ese descreimiento, para justificar algo que sabe injustificable. Voltaire podía decir aquello de que “la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud”, lo que ya no puede decirse del cinismo, que no disimula, pues no es una simple mentira, es una mentira que deja que se entrevea como tal. Este es su lado irónico, por el que el cínico quiere exhibir su inteligencia al estar más allá de la creencia común, pero también por donde se percibe su doblez interesada, lo que es motivo de indignación en los demás. Este cinismo es el propio de las élites dominantes.

No tomamos aquí en consideración, pues, la acepción del término en el sentido filosófico, el que está en relación con una determinada escuela moral cuyo origen está en la Grecia antigua, y que si bien no es ajeno a lo anterior en cuanto descaro o desvergüenza, a diferencia de él tiene un carácter eminentemente crítico con respecto a conductas y formas de vida arraigadas. No será necesario, por tanto, acudir a diferenciar gráficamente como hacía Sloterdijk en su libro Crítica de la razón cínica entre cinismo y lo que correspondería a la mencionada corriente filosófica, quinismo.


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