Fidel, Chávez e Raul, depois da operação cirúrgica (dezembro de 2012) |
Un avance irreversible
por Atilio A. Boron
El PSUV obtuvo una victoria arrasadora en las
elecciones venezolanas. La derecha esperaba que, ante la enfermedad del
presidente Hugo Chávez, cundieran el desaliento y la resignación que harían
morder el polvo de la derrota a los bolivarianos. Ocurrió exactamente lo
contrario: el chavismo avanzó en los grandes bastiones de la reacción, que sólo
pudo retener tres de los siete estados que antes controlaba. Triunfó en Zulia, emporio
petrolero y el estado con mayor población y en Carabobo, núcleo industrial del
país. Aparte se alzó con la victoria en Táchira, estado fronterizo con Colombia
y ruta preferencial de paramilitares y narcos para sembrar el terror en
Venezuela; y en la insular Nueva Esparta. Hay un par de casos que merecen un
párrafo aparte: en Zulia el candidato de la derecha, Pablo Pérez, no pudo ser
re-electo perdiendo casi 85.000 votos en el camino y bajando del 53 por ciento,
obtenido en las elecciones del 2008, al 48 por ciento. Mientras, el candidato
chavista subía del 45 al 52 por ciento, cosechando una clarísima victoria en un
estado que había sido tradicionalmente hostil a los bolivarianos. Y en Miranda
el ex candidato presidencial Henrique Capriles ni siquiera mantuvo su caudal
electoral: había obtenido el 53 por ciento en el 2008 y logró el 52 por ciento
días pasados, reduciendo el margen de su victoria y fracasando en su apuesta -
y la de toda la derecha y el imperio- de transformar su protagonismo en la reciente
pugna presidencial en un trampolín que lo instalase como el gran contendor del
chavismo para las elecciones presidenciales que eventualmente pudieran tener
lugar en el caso de que Chávez no asumiera la presidencia el próximo 10 de
Enero.
¿Cuál es la principal lección que puede extraerse de
lo ocurrido el domingo pasado? A nuestro juicio, que las transformaciones
sociales, económicas, políticas y culturales que tuvieron lugar a lo largo de
catorce años de hegemonía chavista han tenido un calado tan hondo que aún en
ausencia del líder histórico y fundador del movimiento sus voceros y sucesores están en condiciones de derrotar
ampliamente a sus adversarios. Más allá de las controversias que, ante los ojos
de las clases y capas subalternas, pudiera suscitar uno u otro personaje del
elenco bolivariano ellos son percibidos como representantes de la nueva etapa
histórica por la que comenzó a transitar Venezuela desde comienzos de 1999, y
ese pueblo no está dispuesto a regresar al pasado. La oposición, al menos hasta
ahora, no aparece como una alternativa ni cuenta con un referente capaz de
derrotar al chavismo. Cuesta pensar que en la eventualidad de una elección
presidencial -precipitada por la inhabilitación absoluta que pudiera tener Hugo
Chávez para asumir la presidencia- Capriles pudiera construir un liderazgo que,
más allá de la mercadotecnia política ofrecida y financiada por Estados Unidos,
tuviera la fuerza necesaria como para oponerse a la eficacia práctica del
legado histórico del chavismo. Es decir, a la ciudadanización de grandes masas
tradicionalmente excluidas y explotadas y a los grandes avances en materia de
salud, educación, cultura, vivienda, seguridad social y recreación En este sentido podría arriesgarse
la hipótesis de que el proceso bolivariano habría pasado un punto de no
retorno, constituyendo una sólida y perdurable mayoría electoral
suficientemente blindada ante los ocasionales sinsabores de la coyuntura o las
frustraciones provocadas por algunas decepcionantes (y puntuales) experiencias
de gobierno. La historia del Partido del Congreso en la India, del PRI en
México y del peronismo en la Argentina son otros tantos ejemplos que confirman
que cuando la hegemonía electoral se asienta sobre las raíces de un proceso de
profundas transformaciones –aun cuando se encuentre en curso, como es el caso
de Venezuela- la correlación de fuerzas que se arraiga en el plano de lo social
y que opone a ricos y pobres, capitalistas y trabajadores, no puede dejar de
proyectarse sobre los procesos políticos electorales, eclipsando las
circunstanciales oscilaciones de la opinión pública o los cambiantes humores de
la sociedad. Esto fue lo que ocurrió en las recientes elecciones venezolanas,
que ratifica lo que expresara Fidel en su carta a Nicolás Maduro, el 15 de
Diciembre, cuando dijera que tenía la seguridad de que por dolorosa que fuese la ausencia de Chávez
los venezolanos “serían capaces de continuar su obra.” Quienes también van a
continuar su obra van a ser los imperialistas y sus aliados locales, de modo
que será preciso mantenerse en una actitud de permanente vigilancia. Porque, si
no pudieron derrotar al chavismo en las elecciones sólo por un alarde de
ingenuidad podría pensarse que ahora archivarán sus proyectos de dominación y
se quedarán de brazos cruzados, resignados ante el inapelable veredicto de las
urnas.
Fonte: Atílio
Borón
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