por Judit
Esparza
para TintaRoja.es
Si los derechos de la clase trabajadora nunca se
regalaron en los países capitalistas, los derechos de las mujeres no son
ninguna excepción.
Los escasos e insuficientes derechos conquistados por
la mujer tuvieron que ver, por un lado, con su lucha y, por otro, con la
existencia de un bloque socialista, en el que las mujeres participaron desde el
principio, consiguiendo una serie de derechos en materia laboral, social,
familiar y de igualdad impensable en países capitalistas. Por poner algunos
ejemplos: mujeres totalmente inmersas en el mercado laboral, salarios
equiparados a sus compañeros varones según el principio "igual trabajo,
igual salario", ayudas y prestaciones a la maternidad, amplia red de
guarderías y espacios infantiles gratuitos y de amplio horario, socialización
del cuidado de menores y personas dependientes, facilidades a la hora de
decidir su relación familiar y su maternidad... cuestiones que colocaban a la
mujer en un estatus mucho más avanzado del que contamos en la actualidad en los
países capitalistas y que, tras el derrumbe del bloque socialista las
colocaron, igual que a la mayor parte de la población de dichos países, en unas
condiciones totales de miseria y pobreza, siendo las mujeres las más
desfavorecidas.
El derrumbe del bloque socialista no sólo afectó a
aquellos países que habían disfrutado del socialismo, sino que también influyó
enormemente en el resto de países. Las consecuencias para la clase obrera en
general, y para la mujer en particular, han sido una pérdida gradual de
derechos que influyen directamente en nuestras condiciones de trabajo y de
vida.
El término de "feminización de la pobreza",
puesto ahora de moda en el contexto actual de crisis, no es nada nuevo y ya se
daba con aterioridad a 2007, igual que otros muchos fenónemos como la
precariedad en colectivos de jóvenes, mujeres e inmigrantes (especialmente), el
desempleo estructural (2 millones de trabajadores/as), los bajos salarios o los
desahucios.
Evidentemente, todos estos problemas, propios del
capitalismo, se incrementan en este período de crisis sistémica en el que el
capital necesita destruir fuerzas productivas y crear nuevos mercados para
aumentar sus beneficios. En este sentido, se está produciendo un ataque brutal
a los derechos de la clase trabajadora en general, y de las mujeres en
particular.
Las mujeres somos uno de los colectivos que más
sufrimos el capitalismo y sus crisis. Si en el capitalismo en general nuestro
papel es el de unas bajas cuotas de representatividad, que principalmente se
reducen al interior del hogar, así como un papel subsidiario al del hombre en
el mercado laboral, esto se acrecienta en períodos de crisis.
Somos mujeres quienes nos vemos afectadas en mayor
medida por contratos eventuales, discontinuos, de prácticas o de sustitución,
siendo cada vez más fácil y más barato despedirnos. Somos nosotras quienes
coptamos buena parte del empleo sumergido, con lo que ello implica de cara a la
cotización y todo lo que se deriva de ello (prestaciones por desempleo,
pensiones, derecho a seguridad social...), existe una brecha de más del 30% de
sueldo entre nosotras y nuestros compañeros varones, somos nosotras quienes
realizamos la mayor parte del trabajo no remunerado.
En los inicios de este nuevo período de crisis
estructural, tuvimos que lidiar con el engaño de que esto era "una nueva
oportunidad para la mujer y para la igualdad". Siendo sectores como la
construcción o la industria (principalmente ocupados por hombres), los más
perjudicados en un principio, se produjo una incorporación de mujeres al
mercado laboral. Pero el hecho de tener un trabajo no significa mantener unas
condiciones de vida dignas, y desde luego eso fue lo que pasó con las mujeres
que se incorporaron al mercado laboral. Las condiciones de los puestos de
trabajo que ocupaban no permitían su independencia económica, ni siquiera un
apoyo decente a la economía familiar. Hablamos de sectores muy precarizados y con
pésimas condiciones (como servicios sociales o cuidados): contratos a tiempo
parcial, bajos salarios, altas tasas de temporalidad... Además, este nuevo
engaño del sistema duró poco, siendo inmediatamente atacados estos sectores, y
aumentando por lo tanto el desempleo femenino.
En cuanto al desempleo, hay que tener en cuenta que,
si bien el número total de desempleados varones es superior al de mujeres, la
tasa de actividad de estas es menor a la de los varones y, sin embargo, es
mayor la tasa de desempleo. Especialmente preocupante es la tasa de desempleo
entre mujeres jóvenes de entre 16 y 25 años (eso teniendo en cuenta que la tasa
de desempleo sólo se mide en función de las mujeres apuntadas como demandantes
de empleo, lo que implica que en realidad es mucho mayor), no llegando muchas
jóvenes a incorporarse siquiera al mercado laboral, y quedando sujetas al
ámbito privado del hogar, privadas de cualquier tipo de ingreso por mínimo que
sea.
Y no es sólo el desempleo, sino las prestaciones a las
que las mujeres podemos optar una vez nos encontramos en esa situación: los
tipos de contratos, la escasa cotización a la seguridad social y los salarios
de miseria, provocan que nuestras prestaciones por desempleo sean de una ínfima
cuantía y por el menor tiempo.
Pasa lo mismo con las pensiones, cobrando las mujeres
aquellas de menor cuantía en todos los casos. Además, reformas como la llamada
"pensionazo" provocarán que en un futuro se acreciente más esta
situación de feminización de la pobreza, pudiendo optar aún menos a una pensión
decente, precisamente por cuestiones como los bajos salarios o las cotizaciones
irregulares a la seguridad social.
Los recortes y la pérdida de derechos para la clase
trabajadora nos afectan de manera especial. Por poner un ejemplo, el último
recorte del 15% en servicios sociales nos afecta de manera sangrante, ya que
implica que todo aquello que no sea cubierto por el estado debido a ese recorte
(especialmente todo el tema de cuidado de personas dependientes), será cubierto
por mujeres de manera gratuita.
Nos encontramos en un período en el que las tasas de
pobreza están aumentando de manera alarmante. Entre esas tasas de pobreza, la
pobreza entre las mujeres aumenta de manera especial, entre otras cosas por
todo lo anterior. La mayoría de los hogares pobres están encabezados por una
mujer, o son hogares en los que vive una mujer sola.
Y ante todo esto, nos encontramos ahora con "el
día contra la violencia de género". Como si todo lo anterior, consecuencia
del propio sistema, no fuese violencia contra la clase trabajadora en general y
la mujer en particular. No hay nada más grave y más sangrante que una mujer que
pierde la vida, y ya van más de 90 este año. Pero esto no es sino una
consecuencia del sistema. No se puede lamentar las consecuencias sin atacar las
causas. No se puede lamentar una muerte y no atacar al sistema capitalista, que
provoca todas las situaciones antes mencionadas dejándonos en una situación de
desprotección total. No se puede lamentar una muerte y no atacar el
patriarcado, que hecha sobre la mujer la culpa de la violencia contra ellas (no
se atrevió a denunciar, es una cobarde, como puede una mujer permitir que le
pase esto...) y que nos impone unos cánones que nos colocan en una situación
inferior al hombre en todos los sentidos. La alianza entre el capitalismo y el
patriarcado es criminal, y tienen consecuencias nefastas para nosotras. Debemos
dar una respuesta para romper nuestras cadenas de género y de clase. Debemos
luchar por la construcción de la sociedad socialista-comunista.
Fonte: Pravda
(Estado español)
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