Raúl Bracho
brachoraul@gmail.com
En tiempos de revuelta histórica quienes profesan el
futuro son esos pocos que se llenaron el espíritu de sueños, los que no se
vendían a nadie y por nada, los que no tienen nada más que perder sino su
destino decidido de cambiar la humanidad.
En tiempos de revuelta la claridad se preserva en la
pureza de las almas de hombres y mujeres que ya saben que no hay otro destino
que no sea darlo todo por la revolución y que saben a tientas que esta bien y
que está mal. Como profetas marcan la ruta y son seguidos por todos los
humildes que sienten en sus órdenes el sentido común hacia el destino añorado.
Ernesto Guevara, nuestro Che eterno, en su aporte
humilde a la revolución cubana, fue sumamente claro y crítico al enfrentar el
cambio en aquella Cuba liberada: no había triunfo de la revolución sin una
mujer y un hombre nuevo. Por encima de los cambios estructurales y económicos
había que generar un cambio moral, humano, interno, personal, individual de
cada combatiente: había que luchar y derrotar al capitalista que vive dentro de
nosotros mismos. Sin la mujer y el hombre nuevo no hay revolución.
Al emprender esta nueva fase de nuestro proceso
revolucionario, que durante largos catorce años y parece que por algunos más,
por su condición de revolución pacífica y democrática, hemos de convivir con el
enemigo y hasta negociar con él, uno se pregunta tantas veces ¿coño y que pasa
con la revolución? No es fácil, como lo fue para las revoluciones que tomaron
el poder por la lucha armada, este cambio revolucionario tantas veces se
desdibuja, se extravía, se pierde, se manipula… que uno termina gritando: ¿Cómo carajo es que se hace la revolución?
La revolución se lleva por dentro, para empezar. La conciencia
revolucionaria es ese enamoramiento por la nueva sociedad y la claridad
estricta del fatal destino que depara nuestra especie de no detener el
capitalismo al mando de los poderes políticos y económicos, hay que engendrar
conciencia y amor revolucionario en nuestras filas, sobre todo en nuestros
niños y jóvenes. Hay que hablar del terrible y dantesco futuro al que llegará
una humanidad regida por las leyes del consumismo y la apetencia de bienes
materiales. Hay que crear mujeres y hombres nuevos.. ¿Dónde? En las mujeres y
hombres viejos aun así sean nuestros adolescentes, que no por jóvenes dejan de
ser el hombres y la mujeres viejos.
Hay que asumir la tarea de caracterizar ese nuevo ser
humanista y trasformador de si mismo y su sociedad que debe ser y es el fin
fundamental de todo este enorme esfuerzo revolucionario al que nos llama
nuestro comandante presidente, sin esto, no tendremos una revolución jamás.
Cambiar cosas dentro de las limitaciones de una revolución no armada, es
nuestra mayor empresa, pues el enemigo persiste y su deseo de permanencia
contagia aun hasta a una parte importante de aquellos a quienes la revolución
libera de la pobreza. El capitalismo es altamente contagioso. Mayor aun debe
ser entonces de contagiosa la conciencia revolucionaria, mayor aun el amor al
planeta que nos plantea el presidente comandante en el plan de gobierno 2.013 -
2.019. Conciencia planetaria de mujeres y hombres nuevos en cada ciudadano
dignificado, conciencia y acción revolucionaria, compromiso de lucha y
participación en cada familia a la que se de su vivienda. No basta darle casa,
hay que darle un sueño y una esperanza de vida que lo aleje de la clase media
existente que pareciera colarse en el combo socialista: ya salí del barrio, de
la pobreza, tengo un apartamento y trabajo, ahora debo ser de la oposición: que
contradicción!!!
En estos tiempos de nuevas erres y críticas, es un
deber preguntarse cada día esta pregunta: ¿Cómo carajo es que se hace la
revolución???
Fonte: Kaos
en la Red
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