Voltando à frase Jorge Basadre
(1968) "a falsa prosperidade", que por mais tempo, embora no Peru as
coisas mudam, mas nunca parecem mudar, enfrentamos o que é talvez o mais
poderoso obstáculo a qualquer mudança profunda: a corrente ilusão de progresso.
Título original: El espejismo de progreso
por Nicolás Lynch
Retomando la frase de Jorge Basadre (1968) “la
prosperidad falaz”, dicha para otra época, aunque en el Perú las cosas dan
vuelta pero parece que nunca cambian, afrontamos el que es quizás el obstáculo
más poderoso para cualquier cambio profundo: el actual espejismo de progreso.
Efectivamente, el país ha producido en las últimas dos
décadas una cantidad de riqueza sin parangón en nuestra historia.
El PBI ha crecido entre el 2001 y el 2012 en la cifra
récord del 6%; y este mismo PBI se ha multiplicado por cuatro en el período que
va de 1994 al 2012 y por dos entre el 2001 y el 2012 (Banco Central de Reserva
2012).
Pero al mismo tiempo esta riqueza está repartida de
manera absolutamente desigual.
De acuerdo con el informe del PAPEP-PNUD (2012) el
ingreso del 20% de la población más rica es 18.5 veces mayor que el ingreso del
20% más pobre. Esto se va a reflejar en que solo dos de cada diez soles del PBI
señalado, entre el 2001 y el 2009 se pagan en remuneraciones a los
trabajadores, mientras que más de seis se van a utilidades de los empresarios.
Esta desigualdad en el reparto de la riqueza también
se va a reflejar en el tipo de trabajo producido.
En el modelo económico primario exportador, al que se
regresa plenamente luego del ajuste neoliberal de 1990, solo un 10.2% de la
población tiene trabajo decente, con derechos, para el año 2010 (Gamero 2012),
aproximadamente un millón y medio de peruanos, de una PEA de más de 15 millones
en un país de casi 30 millones de habitantes. Un resultado pobrísimo frente a
la magnitud de la riqueza producida.
Bernardo Kliesberg
frente a otras opiniones que hablan del PBI o del PBI per cápita, señala
que el trabajo decente es la cifra macroeconómica más importante porque al
generar derechos construye ciudadanía y por lo tanto sociedad. La inmensa
riqueza producida, por el tipo de modelo que la ha generado, no ha producido
sociedad, integración entre peruanos y finalmente desarrollo para la mayoría.
Algo similar ocurre con la pobreza, quizás si una de
las consecuencias más importantes de la desigualdad.
El INEI
(Herrera 2003, INEI 2012) señala una reducción dramática de la pobreza,
medida como pobreza monetaria, en los
últimos diez años entre el 2001 y el 2011, que iría del 54.7% al 27.8%, una
reducción del 27%, ¡un verdadero record
mundial! , que estaría en relación con la magnitud de la riqueza creada.
Sin embargo, la propia medición de pobreza del INEI,
sobre todo a partir de los resultados que se anuncian para el 2007 en adelante,
ha sido objeto de un debate nacional que cuestiona la medición de la misma por
parte de esa institución.
Esto ha dado lugar a nuevos estudios que incorporan
otros criterios, como es el realizado por Enrique Vásquez (2012), que propone
una nueva medida de pobreza multidimensional, a partir de medir el acceso a
educación, salud y vivienda.
Esto le da a Vásquez un índice de pobreza de 39.9%
para el año 2011, 12 puntos mayor al obtenido por el INEI. A la luz de la
observación del descontento existente en el Perú y de otros índices, como los
relativos a desigualdad y trabajo decente, podemos considerar ésta última
medida como más realista.
Ahora bien, este formidable crecimiento que continúa
produciendo desigualdad y avanza pero todavía dista de terminar con la pobreza,
se ha producido por el tipo de modelo económico en funciones, comúnmente llamado
primario exportador, en nuestro caso de minerales.
Se habla de reprimarización porque a partir del ajuste
de 1990 se vuelve radicalmente a una economía basada en nuestras ventajas
comparativas estáticas, es decir a lo que podemos producir “naturalmente”, como
es la extracción de minerales, para insertarnos en la división internacional
del trabajo, sin tomar en cuenta lo que podríamos inducir con políticas
económicas adecuadas, agregándole valor a las materias primas, en un esquema de
ventajas comparativas dinámicas, como lo han realizado, por ejemplo, los países
del Asia.
Jürgen Schuldt
(2013) en un trabajo reciente muestra cómo el sector “minería e
hidrocarburos”, que es abrumadoramente minería, lidera este tipo de crecimiento
con la segunda mayor contribución al PBI del 17.4%, la mayor productividad
entre los sectores económicos, el mayor excedente, básicamente utilidades
empresariales, con el 54% de las mismas, así como el liderazgo también en las
exportaciones con el 63.8%. No así en lo
que a creación de empleo se refiere, que como porcentaje de la Población
Económicamente Activa Ocupada (PEAO) se queda en el 1.5%.
Por último, Félix Jiménez (2013) nos señala la
naturaleza de la inversión extranjera directa en el Perú, tomada por los
neoliberales como el otro gran indicador de progreso económico.
Balance negativo
Jiménez señala que entre los años 2003 y 2012 entraron
al país 56,751 millones de dólares pero salieron 74,078, por concepto de
repatriación de utilidades, con lo que el balance negativo fue de 17,326
millones en contra del país.
Asimismo, que la tasa anual de rentabilidad promedio
de esta inversión fue de 25%, 10 puntos por encima de Chile y 20 por encima de
México, los socios neoliberales de la Alianza del Pacífico.
El capital extranjero entonces no solo lleva más de lo
que trae sino que además genera pingües ganancias.
¿Alguien dijo que había que basar nuestro desarrollo
en la inversión extranjera?
¿El desarrollo de quién? Esto es lo que habría que
preguntar.
Fonte: Foro-Red Paulo Freire Latinoamericano-Perú
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