Título original: CUANDO LOS NIÑOS SON "EL
ENEMIGO"
Mumía Abú-Jamal
13-7-2014
Hace ya varios días que he estado viendo los
reportajes de los medios de comunicación que exponen los odios cada vez más
crecientes por la llegada de niños centroamericanos a lo largo de la frontera
de los Estados Unidos y México.
Voces norteamericanas vociferan su desprecio mientras
agitan sus tambores pidiendo la inmediata deportación.
Se les llama con nombres detestables, y son descritos
como "invasores", "enfermos" y "sucios".
En verdad, esos niños son refugiados que escapan del
hambre y de la guerra, casi todo resultado de las intervenciones de los Estados
Unidos en Centro América, siempre en apoyo de asesinos gobiernos militares y de
la estúpida guerra contra las drogas.
Esos niños son los nietos de los Tratados de Libre
Comercio, NAFTA, la política económica que acapara las riquezas de México y de
sus vecinos del Sur, para satisfacer la codicia de las corporaciones yankis.
Dicho éso, esta antipatía contra estos niños es
profundamente perturbadora.
Me hace recordar la era de la Segunda Guerra Mundial,
cuando un proyecto de ley fue presentado al Congreso de los Estados Unidos para
permitir la entrada de miles de niños judíos alemanes. El proyecto de ley Wagner-Rogers podría haber
salvado a 20,000 niños que vivían en Alemania, pero el Presidente Franklin
Délano Roosevelt se opuso -- y ese proyecto de ley murió.
En verdad, muchas de las elites norteamericanas se
oponían a ese proyecto de ley, incluída la prima del Presidente Roosevelt,
Laura Délano Houghtelling, que era esposa del Comisionado de Inmigración de los
Estados Unidos. Ella sostenía que:
“…20,000 niños adorables pronto crecerían y se volverían 20,000 adultos
repugnantes.”
Tal crudo racismo describe lo repugnante de los
norteamericanos; y el día vendrá cuando veremos como estamos tratando ahora a
esos niños -- y no vamos a sentirnos orgullosos.
Todo este frenesí, este miedo social y político
atizado por políticos mezquinos y ambiciosos pronto pasará.
Pero lo que quedará será nuestra verguenza, al ver
como una nación que se dice ser grande, puede ser, al mismo tiempo, tan pequeña
-- y tan cruel.
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