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Título original: Más explotación: ¿Esta es la nueva Europa?
FERNANDO LUENGO PÚBLICO*
La crisis económica, dura en intensidad y larga en el
tiempo, ha supuesto una merma de los beneficios con que operaban los capitales
(extraordinarios, en las actividades financieras e inmobiliarias), reduciendo,
asimismo, los espacios disponibles para su valorización. Las políticas
implementadas por los gobiernos y por la troika han buscado restablecer los
márgenes de ganancia, trasladando los costes de la crisis a la población
trabajadora y creando nuevas fuentes de negocios para esos capitales. Tan solo
eso es lo que hay detrás del equívoco y confuso lenguaje oficial relativo a las
políticas de austeridad y reformas estructurales.
En realidad, esas políticas son herramientas al
servicio de un formidable proceso de redistribución regresiva de la renta, de un
expolio social sin precedentes. Con independencia de que sus aspectos más
extremos podrían suavizarse (flexibilizarse) cuando la urgencia de la coyuntura
lo permita y cuando se haya culminado la primera gran oleada confiscadora, el
núcleo duro de las estrategias de ajuste presupuestario y devaluación salarial
ha llegado para quedarse.
La devaluación interna, eufemismo que en realidad
significa política de rentas salariales, designa quién debe pagar la crisis,
los trabajadores, y ocupa un lugar medular en la recomposición de las ganancias
empresariales. La "moderación salarial" ya dominaba la dinámica
laboral europea desde hace más de tres décadas (¿es esa la Europa que algunos
reivindican como salida de la crisis?). Ahora, con la introducción de la última
generación de reformas laborales, con la permanente amenaza que pesa sobre los
puestos de trabajo y con la presión a la baja de los ingresos de los
trabajadores que suponen unos niveles de desempleo históricamente elevados, los
salarios nominales se estancan o retroceden... abriéndose un camino que los
empresarios recorren con satisfacción de mejora para los beneficios, sin
necesidad de que lo haga la inversión productiva y sin que el consumo interno
se dinamice.
La competencia a través de los salarios se instala en
la Unión Europea, del mismo modo que ya impregna la dinámica de las empresas
transnacionales, donde ya es habitual la competencia salarial entre los
distintos centros de trabajo que integran el grupo corporativo. La lógica del
ajuste salarial como mecanismo competitivo (¡¡lo verdaderamente importante es
tener un empleo, cualquiera que sea su calidad!!) sitúa a Europa, a sus
trabajadores, en una posición de extrema vulnerabilidad, pues, inmersos en esa
lógica, para que las economías ganen cuota de mercado, se obliga a los
trabajadores a perder derechos y capacidad adquisitiva.
Además de la presión sistemática y sistémica sobre los
salarios, en la situación actual cobran importancia creciente aquellos
mecanismos de acumulación que podemos denominar como "extensivos"
(sin eufemismos: más explotación), en oposición al crecimiento alimentado por
la obtención de mejoras en la productividad. La jornada de trabajo tiende a
alargarse al tiempo que se intensifican las cadencias y ritmos de producción,
lo que de hecho significa una reducción de los salarios reales de los
trabajadores. Igualmente, con el mismo objetivo de utilizar más extensivamente
la fuerza de trabajo, se prolonga la vida laboral.
En resumen, intensificación de la explotación laboral,
más que renovación y modernización de las capacidades productivas. Estos son
los pilares sobre los que se está levantando la nueva Europa comunitaria, la
que están impulsando las oligarquías productivas y financieras y las élites
políticas, las que rigen los destinos del norte y del sur del continente
europeo.
Fonte: Público.es
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