La escritora y activista feminista Silvia Federici. / Marta Jara |
Título original: "Es un engaño que el trabajo asalariado sea la
clave para liberar a las mujeres"
Entrevista con la pensadora feminista Silvia Federici,
que reivindica que el trabajo reproductivo y de cuidados que hacen gratis las
mujeres es la base sobre la que se sostiene el capitalismo
"Ahora las mujeres tienen dos trabajos - el de
fuera de casa y el de dentro - y aún menos tiempo para luchar, y participar en
movimientos sociales o políticos"
Ana Requena Aguilar - Madrid
24/05/2014
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Silvia Federici (Italia, 1942) es una pensadora y
activista feminista, un referente intelectual por su análisis del capitalismo,
el trabajo asalariado y reproductivo, siempre desde una perspectiva de género.
Profesora en la Universidad de Hofstra de Nueva York, Federici fue una de las
impulsoras de las campañas que en los años setenta comenzaron a reivindicar un
salario para el empleo doméstico. "El trabajo doméstico no es un trabajo
por amor, hay que desnaturalizarlo", defiende. La escritora está de gira
por España: allá donde ha estado las librerías y salas se han llenado para
escucharla. Su último libro publicado en español es "Revolución en punto
cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas", publicado por
Traficantes de Sueños.
¿Es esta crisis económica una crisis
también de igualdad?
Sí, es una crisis de igualdad y que amenaza
especialmente a las mujeres. Hay muchas consecuencias de las crisis que
impactan en las mujeres de forma particularmente intensa. Por un lado, los
recortes de servicios públicos, de la sanidad, de la educación, de los
cuidados, las guarderías... eso trae a las casas un montón de trabajo doméstico
que todavía siguen haciendo mayoritariamente las mujeres. La mayoría de las
mujeres trabajan fuera de casa pero siguen encargándose de este trabajo y
tienen que absorber esta parte de tareas que antes eran públicas. Por otro
lado, la crisis del empleo y del salario crea nuevas tensiones entre las
mujeres y los hombres. Que las mujeres tengan más autonomía ha creado tensiones
y un aumento de la violencia masculina. El hecho de que los hombres no tengan
el poder económico y al mismo tiempo las mujeres reivindican una mayor
autonomía ha creado formas de violencia masculina contra las mujeres que se
pueden ver en todo el mundo.
¿En qué momento diría que estamos
entonces?
Estamos en un periodo en el cual se está desarrollando
un nuevo tipo de patriarcado en el cual las mujeres no son solo amas de casa,
pero en el que los valores y las estructuras sociales tradicionales aún no han
sido cambiadas. Por ejemplo, hoy muchas mujeres trabajan fuera de la casa,
muchas veces en condiciones precarias, lo que supone una pequeña fuente de
mayor autonomía. Sin embargo, los lugares de trabajo asalariado no han sido
cambiados, por tanto, ese trabajo asalariado significa adaptarse a un régimen
que está construido pensado en el trabajo tradicional masculino: las horas de
trabajo no son flexibles, los centros de trabajo no han incluido lugares para
el cuidado, como guarderías, y no se ha pensado formas para que hombres y
mujeres concilien producción y reproducción. Es un nuevo patriarcado en el que
las mujeres deben ser dos cosas: productoras y reproductoras al mismo tiempo,
una espiral que acaba consumiendo toda la vida de las mujeres.
De hecho, usted dice que se ha
identificado la emancipación de las mujeres con el acceso al trabajo asalariado
y que eso le parece un error, ¿lo es?
Es un engaño del que hoy podemos darnos cuenta. La
ilusión de que el trabajo asalariado podía liberar a las mujeres no se ha
producido. El feminismo de los años 70 no podía imaginar que las mujeres estaban
entrando al trabajo asalariado en el momento justo en el que éste se estaba
convirtiendo en un terreno de crisis. Pero es que, en general, el trabajo
asalariado no ha liberado nunca a nadie. La idea de la liberación es alcanzar
la igualdad de oportundiades con los hombres, pero ha estado basada en un
malentendido fundamental sobre el papel del trabajo asalariado en el
capitalismo. Ahora vemos que esas esperanzas de transformación completa eran en
vano. Al mismo tiempo sí vemos que muchas mujeres han conseguido más autonomía
a través del trabajo asalarido, pero más autonomía respecto de los hombres no
respecto del capital. Es algo que ha permitido vivir por su cuenta a muchas
mujeres o bien que tuvieran un trabajo, mientras su pareja no lo tenía. De alguna
forma esto ha cambiado las dinámicas en los hogares, pero en general no ha
cambiado las relaciones entre hombres y mujeres. Y, muy importante, eso no ha
cambiado las relaciones entre mujeres y capitalismo: porque ahora las mujeres
tienen dos trabajos y aún menos tiempo para, por ejemplo, luchar, participar en
movimientos sociales o políticos.
Es también muy crítica con organismos internacionales
como el FMI, el Banco Mundial o la ONU. Algunos de ellos publican informes
animando a la participación femenina en el mercado laboral, mientras alientan
medidas de recorte que perjudican la igualdad y la vida de las mujeres...
Sí y esto es fundamental. Es un error no ver el tipo
de planificación capitalista que se está desarrollando dentro del proyecto de
globalización. Hubo una intervención masiva en la agenda y en las políticas
feministas con el objetivo de usar el feminismo para promover el neoliberalismo
y para contrarrestar el potencial subversivo que tenía el movimietno de mujeres
en términos, por ejemplo, de lucha contra la división sexual del trabajo y
contra todos los mecanismos de explotación. Por un lado, el trabajo de la ONU
fue redefinir la agenda feminista y creo que fueron bastante efectivos. A
través de varias conferencias mundiales,
por ejemplo, se presentaban así misma como la representación de las mujeres del
mundo y de lo que es o no el feminismo. Por otro lado, su otro objetivo era
'educar' a los gobiernos del mundo en que algo tenía que cambiar en la
legislación laboral para permitir la entrada de las mujeres en el trabajo
asalariado.
¿Cómo salir entonces de esa trampa,
cómo conseguir reivindicar la igualdad sin caer en esas trampas? Porque, por
ejemplo, usted rechaza que las mujeres se incorporen en igualdad a los
Ejércitos.
No a las mujeres en el Ejército, de ninguna manera.
Hay que tener en cuenta que los hombres también son explotados. Entonces, si
decimos simplemente que queremos la igualdad con los hombres estamos diciendo
que queremos tener la misma explotación que los hombres tienen. La igualdad es
un término que congela el feminismo: por supuesto que en un sentido general no
podemos estar en contra de la igualdad, pero en otro sentido decir solo que
luchamos por la igualdad es decir que queremos la explotación capitalista que
sufren los hombres. Creo que lo podemos hacer mejor que eso, hay que aspirar a
transformar el modelo entero, porque los hombres tampoco tienen una situación
ideal, los hombres también deben ser liberados, porque son sujetos de un
proceso de explotación. Por eso no a las mujeres en el ejército, porque no a la
guerra, no a la participación en ninguna organización que nos comprometa a
matar a otras mujeres, a otros hombres en otros países con el objetivo de
controlar los recursos del mundo. La lucha feminista debería deicr en ese
sentido que los hombres deberían ser iguales a las mujeres, que no haya hombres
en los ejércitos, es decir, no a los ejércitos y no a las guerras.
¿Y cómo salir de la trampa en el
caso del trabajo asalariado?
Esto es diferente porque en muchos casos el trabajo
asalariado es la única forma en la que podamos ser autónomas y no estamos en la
posición de decir no al empleo. La cuestión es considerar el trabajo asalariado
como una estrategia más para la liberación, no como la gran estrategia para
liberarnos. Por ejemplo, en EEUU la cuestión del trabajo reproductivo no se
tiene en cuenta para nada e incluso cuando las mujeres luchan por liberarse de
las tareas de cuidado eso solo se tiene en cuenta como una forma de que ellas
puedan dedicar más tiempo al trabajo fuera de casa. El capitalismo devalúa la
reproducción, y eso significa que devalúa nuestras vidas para continuar
devaluando la producción de trabajadores. Es un asunto fundamental que no se
está teniendo en cuenta. Así que no se trata de decir no al trabajo asalariado
sino de decir que el trabajo asalariado no es la fórmula mágica para liberar a
las mujeres. Las mujeres no están afuera de la clase trabajadora, la lucha
feminista debe estar totalmente imbricada en la lucha trabajadora.
Entonces, ¿qué más estrategias se
pueden seguir para conseguir esa liberación?
El trabajo que la mayoría de mujeres hacen en el
mundo, que es el trabajo reproductivo y doméstico, es ignorado. Y ese trabajo
es la base del capitalismo porque es la forma en la que se reproducen los
trabajadores. El trabajo de cuidados no es un trabajo por amor, es un trabajo
para producir a los trabajadores para el capital y es un tema central. Si no
hay reproducción, no hay producción. Si ese trabajo que hacen las mujeres en
las casas es el principio de todo lo demás: si las mujeres paran, todo para; si
el trabajo doméstico para, todo lo demás para. Por eso el capitalismo tiene que
devaluar este trabajo constantemente para sobrevivir: ¿por qué ese trabajo no
está pagado si mantiene nuestras vidas en marcha? La corriente de la que yo
provengo vimos que si el capitalismo tuviera que pagar por este trabajo no
podría seguir acumulando bienes. Y al menos que lidiemos con este asunto no
produciremos ningún cambio en ningún otra plano.
¿Defiende el salario para el trabajo
doméstico?
Sí. Muchas feministas nos acusan de institucionalizar
a las mujeres en casa porque entienden que esta demanda es una forma de
congelar a las mujeres en los hogares, pero es exactamente lo contrario, es la
forma en que podemos liberarnos. Porque si este trabajo es considerado como tal
los hombres también podrán hacerlo. El salario sería para el trabajo, no para
las mujeres.
Sí, pero aún hoy son las mujeres las
que hacen mayoritariamente ese trabajo, esa sigue siendo la tendencia a pesar
de que ha habido otros cambios, ¿qué haría cambiar esa inercia?
La tendencia es esa porque la ausencia de salario ha
naturalizado la explotación. ¿Te imaginas que los hombres hubieran hecho un
trabajo industrial gratis durante dos años porque es lo propio de los hombres?
Estaría totalmente naturalizado, igual que lo está el trabajo doméstico, que
está ligado a la feminidad y a lo que se considera propio de las mujeres. En
una sociedad conformada para las relaciones monetarias, la falta de salario ha
transformado una forma de explotación en una actividad natural, por eso decimos
que es importante desnaturalizarla.
¿Y la forma de desnaturalizarla es
precisamente mediante un salario?
Sí, es un primer paso para hacerlo. Pero nunca vemos
el salario como un fin, sino como un medio, un instrumento para empezar la
reivindicación. Ya solo pedir un salario tiene el poder de revelar toda un área
de explotación, de sacar a la luz que esto es un trabajo propiamente dicho, y
que es esencial para el capitalismo, que ha acumulado riqueza gracias a ello.
¿No se corre el riesgo de perpetuar
así la división sexual del trabajo?
No, es una forma de romperla. Se puede demostrar que
la división sexual del trabajo está construida sobre la diferencia salario-no
salario.
Sin embargo, en muchos países como
España el trabajo doméstico ya está reconocido como tal (no con todos los
derechos) y aún así ese trabajo sigue siendo femenino mayoritariamente, es
decir, que esté remunerado no ha hecho que los hombres se incorporen a esos
empleos. ¿Por qué pensar entonces que pagar por las tareas del hogar hará que
los hombres se incorporen a ese área?
En una situación en la que el trabajo doméstico no es
reconocido como trabajo y millones de mujeres lo hacen gratis en todo el mundo,
las mujeres que lo hacen por dinero están en una situación de debilidad, de no
poder negociar mejores condiciones. Yo espero que se construya un nuevo
movimiento feminista que una a las mujeres que hacen trabajo doméstico pagado y
a las que lo hacen no pagado. Empezar una lucha sobre qué significa este
trabajo, reivindicar nuevos recursos al servicio de este trabajo y proponer
nuevas formas de organización. Este trabajo se hace separadas las unas de las
otras y hace falta unión, nuevas formas de cooperación que nos permitan unir
nuestras fuerzas para contestar esta devaluación del trabajo doméstico. La
conexión entre mujeres y trabajo doméstico es muy fuerte y no será fácil, pero
creo que sí se podrían conseguir cosas. La reinvidicación del salario para el
trabajo doméstico ha sido muy liberadora porque muchas mujeres podían
comprender así que lo que hacían era trabajo y era explotación, y no algo
natural.
Fonte: El
Diario.es
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